Artículos de colaboradores

lunes, 2 de diciembre de 2013

Mi barba, la que no me robaron

Y ahora es cuando tengo que hacerme el gracioso e interesante para atraer a unas mozas escribiendo esto con una dulzura inquebrantable, a lo abeja y miel, Link y Zelda, Quasimodo y su joroba. La cosa está en que esta vez no va a ser así, tan solo soy un joven hormonado que se pasa el día matándose a pajas y viendo películas asiáticas como si no hubiera un mañana. No sabría como introducirme, activo, alegre, optimista, atractivo... yo creo que todos esos adjetivos, a parte de ser cierto son demasiado comunes y tampoco es que expresen una gran cantidad de información sobre la persona, prefiero que me vayáis conociendo a medida que voy expresándome en este blog, el cual, espero con mucho esmero que salga adelante y os aporte un rato de diversión, al igual que lo hace con nosotros al escribir aquí, aunque lo más posible, es que esto no lo lea ni Paul Walker. Pero aquí, no he venido a hablar de mi libro.

El asunto que nos concierne y nos da cita hoy en este blog, es para hablar sobre algo, que, si más bien no tiene vida propia, parece haberse usado en la mayoría de efectos especiales de terror de películas underground: mi barba.

Así es, yo también tengo algo que me identifica muy rápidamente, que hace que las madres de hijos menores a diez años, cuando van a pasear a sus hijos por el centro de la ciudad, los agarren muy fuerte y les tapen los ojos al grito de: todo va a salir bien.

Mi barba no es algo fácil de olvidar, a algunos les parece una experiencia traumatica el echo de haberme conocido, a otros sin embargo, y normalmente son indigentes, darían lo que fuera para estar cerca de ella y sentir el calor de una fría noche de invierno bajo el fuego en una chimenea.

Hay gente que cuando me ve por la calle, se sorprende y seguidamente susurran un: "¿Pero a Bin Laden no lo habían matado ya?", ¡Por favor! ya le hubiera gustado a ese terrorista tener algo tan perfecto como lo que me acompaña bajo mi mandíbula. No entiendo porqué la gente se sorprende tanto, joder, tan solo mírale la polla a tu marido, él tiene lo mismo entre sus piernas, se ve que uno no puede ir como le da la gana si no es usando un estereotipo social de princesa como Abraham Mateo. También, hay veces que obviamente estoy cansado de un duro día, y me pongo en un banco o en un portal a descansar un rato, y siempre ocurre lo mismo, un transeúnte anónimo me da un euro pensando que soy un vagabundo o se me acerca un yonki a pedirme droga, ¿para tanto es?.

Ahora que recuerdo, el otro día, vinieron a mi casa unos hombres vestidos de negro, sí, como en las películas, y sin preguntar ni nada, me agarraron, sacaron un aparato metálico y alargado de su maleta, para seguidamente introducirlo en mi barba al son de: "No hay rastro de vida alienígena". Tengo anécdotas para escribir una película.

Si hasta mi madre me odia con esta barba, ha llegado el punto en que, desea tanto que me la quite de encima, que me ofrece dinero a cambio de que desaparezca de mi cara, ¿Cobrar por cortarme la barba? Ni de coña. Hay veces que llego a casa y la encuentro llorando, preguntándose ella misma qué ha hecho para fallar como madre, un día de estos me la voy a encontrar ahorcada.

Pero esta barba no es solamente horror, a mi, me encanta llevarla, y encima, con mucho orgullo. No me importa lo que la gente opine de mi, me da igual si un día encuentro una cabeza de caballo en la cama y una nota diciendo que me la corte o me matarán, me gusta mi barba, me gusta como me queda, y mientras a mi me guste, que le den a todos los demás, y tengo suerte de tener una barba larga y frondosa, a una nariz de dimensiones estratosféricas.

Cordiales saludos.

Ruizo

1 comentario: